sábado, 15 de septiembre de 2007

Drohlaft


I


Drohlaft, que en broma aceptó un nombre prestado, arrojaba al fuego la leña y no miraba si chispeaba; si ardía o no, lo dejaba al azar. Drohlaft salió del poblado, esquivando la ciénaga, vestido de frío, con un cierto recuerdo del fuego. Llevó carjac – no fuera el caso que topase con un jabalí. Caminó como solía, pensando en varias aldeanas y en las jarras de cobre de que vertía en sus cuerpos cuando en el suyo no cabía más cerveza, tan insípida, aguada y seca, cuando cesaba la fiesta. Secretamente, consagraba éstas cosas; a veces las confundía con su nombre. Pero esos regalos se convertían en la neblina fresca de la región si el jefe del clan reclamaba carnaza.

Se dedicaba a dos hachas que urdía hábilmente gracias a sus brazos curtidos y habituados a la batalla: si llovía sangre, abría los ojos; y si su piel no era blanca, estaba vivo. De hecho – solía pensar – “os venero” – diría – inconsciente de la importancia que tendría la musculatura, un pecho de varón agrio, incivil, piernas ágiles o un gesto tensado por la cólera.

Que ésta no era infundada lo comprendían sus compañeros de clan, pero todos la aceptaban como motivo de supervivencia. Sobre todo si vislumbraban, gracias a un ave o un obsequio inesperados – una droga, más víveres- que la muerte, desde la espada, desfilaba por sus brazos; y la pensaban, ya en forma de cuerno ya de trueno. En vano esperaban entonces que la carne les comentase la incomodidad de la vejez o que los dientes picados tuvieran relación alguna con los sueños comunes a cerca de valles, de cuyos árboles surgían romanos: riendo, sembraban concordia, pero no les entendían – el geométrico arte del latín era un enigma para la mayoría de ellos -. Además, el suicidio era un juego frustrado por las costumbres y de la tortura se obtenía carne más a placer. Nuevos ritos otorgarían sentido a acciones futuras.

Aquella tarde la pasaron al raso, erguidos. A modo de distracción se jugaban la mujer y los tributos: si acertaban en la cabeza del ciervo, un día; si herían el costado, tributo. Si callaban y obedecían comerían frió, pero sin dar cuentas al líder del clan.

Hacia la madrugada los distintos clanes debían encontrarse en la planicie acordada; allí esperarían. Existía un rumor a partir del cual se aseguraba que debían asediar dos o tres fortalezas con el propósito de apoderarse del control de la región cercana al río y dejar atrás así, al fin, tanta penuria. Pero los dioses escogieron de entre su repertorio pueril un orden más peculiar para la atrocidad.

Pronto la lluvia pegajosa y leve les acució desde las rodillas; esperaban observándola, un ligero cansancio igualaba sus mentes; presuntuosidad y agonía; volvían sentirlas.

II

Cuando la luna perdía brillantez - el barro les retardó – a una distancia prudente, los otros clanes encendieron más antorchas y picaron en las rocas provocando un ritmo. Ya juntos, todavía acuciados por la lluvia, cuyo ruido – para ellos, antes de la batalla todo era ruido – no les permitió apreciar las decisiones de los líderes, callaron.



Fríos, temían la voluptuosidad de la batalla, pues no hacían la guerra, sustancial y gloriosa, sino la batalla salvaje y limpia; ese día, sin embargo, temían a su lógica de la indagación, la desconexión por lo salvaje y esas cosas que el pensamiento a veces alerta para apreciar las acciones con placer o extrañeza. Aquello que frecuentemente elevaba su libido, temían: la costumbre lo puso en su contra y a todos hizo enemigos.

-¡Venid!- y fueron. – ¡Preparaos!- y asimismo se doblegaron.

Para cuando el frió era un capricho comenzaron a sospechar. Cierto es que más de una duda tenía sentido. ¿ Por qué no les hicieron esperar?.¿Por qué los señuelos no fueron los de siempre?. ¿ Por qué tenían más miedo que el habitual y por qué, especialmente, recordaron a todos los jabalíes matados, los árboles talados y la sangre venerada?. Hubo un momento ajeno a la vida en el que el azar les propuso relacionar esos temores con sus jefes, con sus tributos, con sus bromas, también con sus armas. Entonces estalló una orden que reclamaba precaución y cese. A algún despistado se le resbaló un estandarte y pronto, a modo de vuelo de halcón, conocieron la amargura.


Al poco, de uno de los cuarteles salieron varios a caballo, sujetando, con esplendor, algunos estandartes. Vestían un gesto perspicaz de triunfo malogrado y a la vez provechoso. El sol proyectó criaturas sobre el barro cuando hubo acuerdos y brazos cruzados: uno de los jefes del clan se acercó a los suyos y les explicó: debido a que ninguno de ellos no sabía aún qué era la indignación el revuelo fue escandaloso. Una cabeza salpicó el fango y la incredulidad se cruzó en miradas. A pesar de la sorpresa todos los drohlaft supieron qué hacer. Unidos formando un círculo, se inclinaron hacia un lado preferente, de modo que se clavaron sucesivamente las espadas que estaban alzadas con la empuñadura enfocando el norte y hacia abajo. A esto lo llamaron Drohlaft, que finalmente decidieron otorgarle el significado de traición, mientras los pájaros piaban cerca del mediodía, ajenos a la capa de sangre que se mezclaba con el fango; como si fuera puré, unos gusanos se retozaban, otros se abrían paso entre los cadáveres.


El resto se retiró al rió. Siempre habían estado allí.

El espía: primera parte





bueno, traducir estos textos nos ha llevado mucho tiempo pero casi comienzo a pensar que estamos enderezando - un sentido ¿o varios?. Yo solo veo uno. Según lo que acabo de traducir el pergamino debió de perderse siglos antes y el idioma original sí era latín, latín quizá del siglo V ó VI.


-Se me antoja como algo muy forzado que alguien, siglos después, transcribiera en un libro, que, a falta de más datos no es otro que los escritos de Kazlha, sin saber que el pergamino inserto en el libro y traducido expresamente para no parecer de otra época a la del libro, lo fuera a buscar, sin conocer de veras si el pergamino había sido si quiera tratado de algún modo, quizás escrito, si apenas tenía sentido o incluso si pertenecía a su época, que ahora sabemos que no y por eso resultaba imposible encontrarlo.


-Cierto, pero por un lado eso confirma una dirección de la trama y, por otro, piensa que desde que el hombre anhela posesiones y alguno de ellos ha gozado de poder ha existido la figura del espía.No siempre nombrado de tal modo ni por motivo alguno análogo, sin embargo, sí habita una tentativa que nace del voyerismo dominando el ánimo del hombre , como un segundo corazón.


-...

-Verás:


Como sabéis, anhelar posesiones es común entre quienes mueren. Así que pronto supe que vendrían a por mí. Pues ya por coleccionismo, por curiosidad o por temor a ver en vida cómo se desmorona lo que se suponga que se desmorone y esté fundamentado en leyes informes basadas en premisas - pienso yo-, tan astutas como arbitrarias; la muerte era la opción más obvia.




-¿sigo?



-si me lo cuentas con tus palabras y tu bonita voz...



- más adelante dice...


...sentado en su butaca facilitaba el trabajo. Por suerte para el espía, ludovicus estanja- nombre de guerra para los germanos-, no fue muy lejos - su maltrecho cuerpo lo impedía, y la versión vernácula del codiciado pergamino - ya ve usted, tan sólo una porción del pastel-, que , según se cuenta, al fin y al cabo nadie poseyó una cantidad de tiempo destacable, debió de caer en algún lugar de entre la ruta comercial que une Florencia a Marsella.



El espía rezaba primero por el pergamino y continuación por sí mismo, pues lejos de ser dicho pergamino una misión encomendada- la suya era obsevar cuando los visigodos atravesarían el Arno. Creía verdaderamente y con toda sus fuerzas que el pergamino era una extensión de su ser - quizá trabajó en él algún antepasado- y poseerlo y saber qué ponía estaba muy lejos de tratarse de un acto de espionaje , costumbre que odiaba,muy al contrario, cuestión de justicia, según sus sueños.


-vaya...


-sonríe-



II






-Dime que lo encuentra





- sabes que no lo encuentra





-quizá las cosa hubieran gozado de otro curso si lo hubiera tenido.-Lo habría poseído, eso es todo, se trataba de un tesoro, unas palabras ordenadas de un modo concreto que le absorbían y que a penas coleccionadas en su mente le trastornaban de felicidad- casi mejor nos quedamos con la lasaña ( sonríe, caricia)





-Entonces estaba cerca del Arno

- ¿dónde más o menos?


-De hecho en Florencia



hay unas coordenadas, le sitúan, salvando las distancias...



43º,46',19.05'' n y 11º,14'44.2''e. Te das cuenta: 4 y 3 7 y 1 8 y 1 9 mas 5 14 y luego 1, 2 y 3, 7 y 8 mas 2 8 y claro, cero...1480 y Domenico Ghiarlandio restauró la última cena, que se expone en este punto concreto del mundo...bueno...( risas )